lunes, 19 de diciembre de 2016

18. Importancia del espectador en el Vídeo Arte

     El papel del espectador en el arte de hoy es preponderante. Nunca antes se lo había considerado no sólo fundamental, sino incluso parte de la obra. En algunos casos, éste debe participar activamente terminándola formalmente y, en otros, construyéndola o deconstruyéndola con una seria interpretación intelectual. El espectador actual no solo “contempla” la obra.

     Es clara la importancia que tienen el entorno y la preparación intelectual en el disfrute y comprensión del arte. El rechazo común del público a lo nuevo nos revela el valor que tienen los conocimientos y la habituación en las apreciaciones que hacemos. Por eso, el arte impresionista es hoy mejor recibido que el arte abstracto, y éste es más aceptado que el arte de videos o instalaciones, por ejemplo. Sin embargo, no todo en la apreciación depende de los factores mencionados. Criterios estéticos comunes traspasan épocas y civilizaciones. Si éstos no existieran, estaríamos impedidos para disfrutar y considerar como arte las manifestaciones artísticas de otros tiempos y otros lares. Es claro que, por más que tratamos de entender y conocer otras épocas, no podemos reproducirlas fielmente ni despojarnos de nuestras experiencias, para ser como los espectadores originales. 

     Existen juicios innatos en el hombre. Juicios que nos han acompañado durante todas las épocas, cuya razón de ser es biológica. Distinguir lo agradable de lo desagradable, lo placentero de lo doloroso, lo fresco de lo putrefacto, lo sano de lo enfermo tiene funciones adaptativas; o sea, le confiere al que posee tales cualidades mayores posibilidades de supervivencia. Establecer ciertos juicios estéticos está en la naturaleza humana. Estos deben ser en gran medida universales y estar basados en principios biológicos. Si aceptamos que en el arte algunas obras perduran y son valoradas través de las distintas épocas y culturas, estamos aceptando que su valor no es relativo por completo, que hay algún tipo de características a las cuales respondemos con independencia de la información cultural que poseamos. Confiamos en las selecciones que han pasado la prueba del tiempo y en las experiencias de aquellos que nos han antecedido. Esta es una idea anti-postmoderna, pues para los postmodernos no hay “naturaleza humana”, solo cultura, y el valor es siempre relativo y personal, una interpretación entre las infinitas posibles.

     Es innegable que los juicios estéticos del hombre son flexibles y permeables a la cultura; aunque no completamente; sería interesante saber hasta dónde son manipulables. Estos juicios o criterios con que se juzga se reacomodan cuando hay un cambio en el entorno, ya sea porque cambian las necesidades o las funciones, o porque se descubren tecnologías, o porque se dan penetraciones culturales, o simplemente porque hay cambios en el gusto o por la incómoda y fértil necesidad de novedad. Esta flexibilidad nos permite gozar de nuevas propuestas artísticas. La moda del vestido y la manera como nos acaban por gustar cosas que en un principio rechazábamos aclara muy bien el proceso de trasformación que sufre el juicio estético. Recordemos el rechazo que sentíamos por la bota ancha del pantalón cuando se estaba usando la bota estrecha. Al desnudar a los seres humanos, en cambio, los juicios ya no son tan flexibles (los cuerpos asimétricos no gustaban, no gustan y no gustarán). Y si bien se dan modas relacionadas con el mayor o menor volumen y peso del individuo, que parecen contradecir lo anterior, éstas no atentan contra la proporción de unas partes del cuerpo en relación con otras ni incluyen extremos exagerados en el peso. La historia del arte y de los estilos es la historia de estos cambios, en las manifestaciones estéticas, en las necesidades y en el gusto de los espectadores.

   
  En la historia del arte se pueden observar ciertas constantes, como son el gusto por las imágenes que representan la realidad, la decoración de objetos con motivos geométricos, el uso de formas con carácter simbólico, la preferencia por los materiales escasos y finos, el deseo de embellecer lo que nos rodea y a nosotros mismos, entre otros. El arte, desde siempre, pero con mayor desarrollo desde Grecia, ha sido en gran medida representativo y útil para comunicar ideas y emociones. Ha pretendido contar y registrar eventos concretos, más que ideas abstractas. El criterio de fidelidad a la naturaleza o de eficacia en la comunicación ha estado presente en la mayoría de las manifestaciones artísticas, así como también el criterio de alcanzar un ideal de belleza. El criterio estético se basa en la relación entre forma y contenido. Éste ha sido un punto de discusión permanente. En la literatura es muy claro. Aquí un ejemplo: puedo escribir que el alma ha sido encarcelada por el dios del amor, esta dejará el cuerpo pero no la pasión amorosa, y después de la muerte no quedará nada, sólo el amor. Escribo las ideas, Quevedo en cambio nos lo dice poéticamente:

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido (mi alma que ha sido encarcelada por el dios del amor)
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado; (el alma dejará el cuerpo, el cuidado es la pasión amorosa)
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
     Es notable la diferencia: el contenido sin la forma es plano y simple. La forma le añade el sentido estético al contenido y nos permite tener otras emociones que no sabemos cómo explicar.

     Las obras artísticas están sometidas permanentemente a juicios y comparaciones, a selección y copia. Unas veces satisfacen por siglos necesidades culturales y estéticas; otras, sólo por días. La supervivencia de algunas pinturas y esculturas ha sido extraordinaria, a pesar de que los estilos se han tenido que ajustar a las necesidades y condiciones imperantes de cada época. 

     Con el postmodernismo se abrió el espacio para nuevas consideraciones. Hasta lo más banal puede llegar a tener interés, y los productos de cualquier cultura y de cualquier región, con cualquier nivel de virtuosismo o de complejidad, deben considerarse tan dignos de atención como el de las culturas más dominantes. Puestas en discusión las antiguas restricciones, se abren las compuertas y los ensayos desbordan. La pintura y la escultura no han desaparecido, simplemente ocupan nichos más pequeños y modestos, y sus límites son difusos. En la posmodernidad, se hace imposible disociar el arte visual del discurso intelectual. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario